Historia del Contador Regresivo | Historia del Contador Regresivo Fue investigando hasta que estableció ciertos requisitos que el semáforo vehicular debía cumplir: el mensaje tenía que ser certero, que funcione de solo avistarlo y con un lenguaje accesible. La cuenta regresiva era de por sí una señal de alerta y la medición en tiempo real, es decir, en segundos no requiere hacer cálculos, la entiende un analfabeto. Tanto para peatones como para conductores hay una regla de la mecánica en la que estamos atrapados al circular por las calles: el algoritmo tiempo-velocidad-distancia. Esto fue lo que le permitió un diseño eficiente. En un estado normal, la velocidad del auto la marca el velocímetro, la distancia de frenado puede medirse pero la variable tiempo quedaba vacante. Lo que había que prevenir a toda costa era lo imprevisible, desencadenante de la mayoría de los accidentes. "El foco amarillo es imprevisible y obliga a reaccionar en 2 segundos sin medir riesgo ni gravedad de esa decisión, es como echar leña al fuego, por eso en mi invento de semáforos vehiculares incluyó una cuenta regresiva en el espacio donde está el amarillo", dice Esteban. Desde 1990 hasta el 2000, Esteban buscó estadísticas que reflejaran los problemas que él veía desde chico, por ejemplo: que la Argentina ocupaba el segundo lugar en el mundo en muertes por accidentes de tránsito y que se violaban 57 millones de semáforos con luz roja por mes en la Ciudad de Buenos Aires. Hoy, los accidentes de tránsito en la Argentina son la primera causa de muerte en menores de 35 años, y la tercera sobre la totalidad de los argentinos, según una estadística de la ONG Fuente Luchemos del año 2017. Leer más: |
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